martes, 10 de marzo de 2009

20 ASEDIOS AL PUERTO MANGLAR

20 ASEDIOS AL PUERTO MANGLAR
(Antología del Cuento Contemporáneo Guayaquileño)
Un criterio antológico
Toda antología es un texto arbitrario. Partiendo del criteerio de que siempre será una elección perteneciente a una persona, a una lectura de historia literaria antologada ahí. Los juicios de valoración o los elementos teóricos que se escojan, también corresponden a una elección, aunque en este caso muchas veces sean más bien una necesidad metodológica: apreciaciones generacionales, valoraciones estilísticas, rasgos verbales e idiológicos, etcétera. En "La hora de las antologías", como se ha denominado recientemente a estos libros, siempre se dará el debate: inclusiones, exclusiones, olvidos voluntarios; todo eso que implica la diversidad de criterios.
Creo que este uno de los rasgos más importantes de las antologías de hoy. Puedo asegurar, esto sí de forma concluyente que todas las antologías generales son malas, por esta causa no son verdaderas antologías, no aventuran una elección ni siquiera un gusto, pura gnoseología
-última y elemental noción de la crítica-. Estos trabajos quedan convertidos en libros que se ocupan de un género literario determinado, en un lugar o país, sea el mundo esquimal del polo sur, o la última tribu caníbal de los mares del norte. 20 asedios al puerto manglar quiere establecer una ruptura sobre la forma de hacer antología (porque las antologías no se escriben, se forman) o al menos volverlo más ecuménico, buscar la participación de un grupo de lectores que acepten un desafío: hallar los mejores textos de esta región del Ecuador escritos por autores y autoras en los últimos cincuenta años.
Otra vez volvemos a alimentar la arbitrariedad antológica: el coordinador, que no es el antologador porque 20 asedios al puerto manglar no lo tiene, propone un punto de partida (un puerto de partida, puede ser en términos marinos, aplicado a esta urbe), el año 1959, es decir situar los mejores textos escritos a medio siglo del cuento escrito en Guayaquil, por autores nativos, por residentes aquí, de ahí el título de la obra. También puede aceptarse este ideario hoy ya pintoresco entre los historiadores locales: las invasiones piráticas del siglo XVIII al Golfo de Guayaquil, los asedios, saqueos e incendios. Preferiría que lo tomáramos como invasión al sentido del texto, a sus personajes, al lenguaje y estructura narrativa. En este caso los filibusteros serían los veinte escritores y sus asedios textuales.

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