UNA LECTURA DE “TATUAJE DE NAUFRAGOS”
VICENTE VARGAS LUDEÑA.
06-02-09
FICHA TECNICA.
NOMBRE: Tatuaje de Náufragos.
AUTOR: Jorge Velasco M.
GENERO LITERARIO: Novela.
EDITORIAL: ABYA YALA.
NUMERO DE PÁGINAS: 425pag.
GALARDON: Premio-Proyectos Literarios Nacionales Ministerio de Cultura-2008
El autor de ésta, su… no se cuantas novelas escritas, me regaló un ejemplar de la obra que aquí nos preocupa, con una lacónica dedicatoria: “Para Vicente este Tatuaje”. Luego, –me digo- después que lo leas, deseo que escribas algunas notas, que te den la gana, sobre el texto. Pero antes de continuar con las notas que me den la gana; confieso que hace mas de año y medio, casi dos, me entregó el primer borrador para que lo lea y le de una opinión que me de la gana. En la mitad de la lectura debí abandonarla; entre las varias razones: primero, no me dio la gana, luego me abandonaron las ganas, por que me abrumaron otras ganas de la vida y el destino. Perdón, por el intento deconstructivista de este paradigma sobre los deseos y las ganas.
Por supuesto, Velasco continúo en su porfía; sacar adelante su engendro, como él llama a sus creaturas literarias, con o sin mi opinión. Cosa que no puede ser de otra manera. El padre debe poner de pie a su concepción y echarla andar. Hasta aquí, es justamente, lo que ha hecho. Entonces, su engendro; Tatuaje de Náufragos, “Ya es de Todos”.
En los treinta y tantos años, en el ir y venir por los caminos; en interminables encuentros de diletancia, Velasco siempre ha compartido y a veces me ha contagiado sus devaneos ficcionales y poéticas mitomanías, y también las no poéticas. Hace años, en esas jornadas de bohemia, sin tiempo ni censura; uno de sus engendros, en avanzado estado de gestación, diríamos sietemesino, se perdió. Con mucha tristeza y culpa, -me dijo- Te acuerdas del único borrador de la novela “El Ladrón de Levita”, que llevaba conmigo -en esos tiempos no existían archivos digitales- se perdió. No fue robo, ¿Quién podría robar un Ladrón aunque tenga Levita? Lo perdí, por borracho.
Mucho tiempo después, en una limpieza que se hacia en mi estudio profesional, a veces taberna, apareció una carpeta que me era conocida. Cuando Velasco se enteró, no sabia que clase de promesa hacer, si religiosa: una vela, una misa, una limosna en la capilla de la beata de Nobol, una peregrinación de hinojos al Dios Baco; o, la mitómana frase: “No Chupo mas”. Jamás me enteré cual ofrendó, porque ninguna cumplió.
Tatuaje de Náufragos es la última narración de Velasco y su obsesivo leitmotiv existencial: transformar su realidad en ficción. Se dice que enmascarar la realidad del mundo y la vida en la ficción y el mito; es una manera de huir de la prosaica rutina que a todos nos envuelve. Pero, si ha ese oficio de mitómano contumaz con la palabra y el verbo, le siguen inquietantes y sugestivas descripciones de lo vivido; conflictos y reflexiones en los lectores; criticas al texto y lo narrado; y por que no, también, cuando acierta, y un jurado en un concurso encuentra que es el mejor de los narradores, y le asignan un buen reconocimiento en metálico (dígase dólares); existe ya, una satisfactoria respuesta al camino elegido. Es como el mercader que eligió su destino: intercambiar objetos por dinero. Indudablemente, no se puede estigmatizar dicha actividad. Claro esta, existe una enorme diferencia entre el mercader y el escritor. La satisfacción y gozo del primero, es intercambiar cosas, casi siempre útiles, que satisfacen necesidades prácticas y cotidianas y a su vez le permiten hinchar la talega. La satisfacción y gozo del segundo, es la producción inútil de su obra literaria. Muchos viven sin leer jamás un libro, y viven todavía. Pero, la tarea de escribir: es trascender el tiempo, cuestionar la realidad; por supuesto, volverse también provocador; suscitador de emociones y sentimientos en los demás.
El arte es un reflejo de la realidad. El arte es una forma de conocimiento. El arte es un complejo sistema de signos; estas son entre otras, sus definiciones. La literatura y todos sus géneros pertenecen al arte; y este constituye la mayor esfera de la estética. Es aquí donde se encuentra la paradoja. Nadie puede vivir armónicamente, sin someterse a la simple y a veces compleja urdimbre de emociones y sentimientos. Mundo que, querámoslo o no, esta gobernado por la estética. Se preguntaran de qué habla la novela: ¡De amor! ¡Un Thriller! ¡Un drama! ¡Una comedia! ¡Una tragedia! Lo menciono porque siempre buscamos significados inmediatos, fáciles, casi que nos identifiquen. Eso aquí no importa por el momento. Para emprender un recorrido analítico sobre Tatuaje de Náufragos, nos despojaremos de los esencialismos positivistas, que fueron buenos en alguna época, pero que, en la actualidad, son bastantes relativos.
La literatura contemporánea y el arte en general, en las artes plásticas son más patéticos; cada vez nos alejan de esa realidad a la que todos nos aferramos y la damos por verdad universal y univoca. Además es la que nos gusta, que venga siempre acompañada de un significado inmediato, que nos traslade a emociones vividas y acontecimientos conocidos. Ahora, más bien, el nuevo espectro de vanguardias que nos presentan, corresponde a un realismo conceptual; que no es racional ni emocional. Para comprender a plenitud una obra literaria, es preciso conocer la construcción de la realidad y ésta es gran medida una construcción humana. El origen de toda realidad es subjetivo. Cada mundo es real a su manera, mientras se atiende a él; solo que su realidad desaparece cuando desaparece la atención. Toda descripción del mundo presupone a alguien que lo describe (lo observe). Lo que necesitamos es, pues, una descripción del “descriptor”, o, en otras palabras una teoría del observador. Esto es exactamente lo que sucede en Tatuaje de Náufragos; es el observador (narrador en este caso) describiéndose y observando el contexto. No existe nada fuera del texto, porque todo es texto. El narrador, léase autor, se encuentra así mismo como fuente de toda realidad.
El estructuralismo condujo a una decodificación sistemática y sistémica de la realidad; entendida esta, como un sistema de signos que comunican, por lo tanto significan. Roland Barthes fue su más conspicuo difusor de la lectura decodificada y desestructurada, útil y necesaria para encontrar en el texto literario los procesos de creación y todo el universo de connotaciones que en él estén contenidas. Pero fue, Jaques Derrida, quien desacralizó la realidad construida en los tinglados del lenguaje. Fue mas allá, cuestiona la lengua y todo lo que con ella se puede construir; incluido, naturalmente, el texto literario. Si la realidad construida es una paradoja, con mayor fuerza lo es, el texto literario. Me atrevo a señalar aquí, ese refrán popular: “Nada es verdad, nada es mentira, toda realidad tiene el color del cristal con que se mira”.
Derrida proporciona un camino para sumergirse en el mundo del conocimiento y un método para su interpretación: el “deconstructivismo”. Este exige la fragmentación del texto y en el se detecta los fenómenos marginales, que fueron reprimidos por un discurso hegemónico. Este enunciado se cumple con imaginativos planteamientos en arquitectura. La geometría euclidiana, ya no es, el único fundamento para la configuración el espacio. La ruptura del plano y la recta se armonizan, ahora, con estructuras fractales; y el mundo sensorial de las percepciones espaciales, con realidades virtuales. Como casi todas las cosas materiales que vagan en la naturaleza infinita; y los sentidos trasladados al mundo de los sueños. Al fin y al cabo, casi todo en el universo es fractal; y en él, casi todo es onírico. Ese orden aparente del movimiento, las formas y las percepciones, entrañan un caos perpetuo en el otro orden que alcanzamos a descifrar y luego ha construir. El deconstructivismo, nos ayuda a descomponer y ha componer, porque exige lecturas subversivas y no dogmáticas de los textos, es un acto de descentralización, una disolución radical de los reclamos de verdad absoluta, homogénea y hegemónico. Estamos atávicamente atados muchas veces, a esquemas cartesianos; consecuentemente, la interpretación del mundo que nos rodea la volvemos unívocamente verdadera; lo cual nos conduce a graves desengaños, terribles frustraciones y dramáticas tragedias. Esto es válido individual y colectivamente; en la política, las emociones, sentimientos etc., en la ideología se expresa con mayor crudeza. Siempre vivimos buscando sentido a los actos y las cosas. Lo que se debe buscar son huellas de ideas y su paradojal universo para encontrar las contradicciones del alma humana.
Tatuaje de Náufragos es un océano urbano, donde navegan creaturas con sus vidas, cual conjuntos fractales, venidos de todas partes; con todas las pasiones y lucidez posibles, inventados y creados de la nada. También existen vidas reales que dan testimonio, todavía, de sus vidas. A muchos de ellos los conocemos: algunos han muerto. Esto es una novedad diferencial en la narrativa local: héroes y villanos de ficción y también de carne y hueso. Fernando Nieto, el encadenado al exilio; el bizco “Vengador” y el Negro “Doble Eme”; entre otros. Los conocemos. Muchos de ellos han pasado por las cátedras de esta Universidad. Cómo dejar de recordar -aprovecho la ocasión- a esa recia figura moral, amigo complaciente y sobre todo, brillante poeta; creo que no lo supimos valorar, cuando compartimos con él este lugar. Estamos hablando de Hugo Salazar Tamariz. Brillante escritor y consecuente militante; muerto hace diez años, y que justamente, en estos días las cofradías de las letras le rindieron un merecido homenaje, con la edición de toda su Obra.
Las poéticas son las fuentes, los manantiales de la realidad, de las que el arte se apropia a través de la mimesis. Aristóteles y Nietzsche, para explicar el fenómeno estético, se sumergen en las profundidades abisales que la tragedia, como obra de arte provoca y origina; en una visión ontológica de lo humanamente incierto donde habita el miedo. Tatuaje de Náufragos, es una expresión estética de las poéticas, que la realidad urbana le suministra al narrador, en este caso, la ciudad de las manglares, con todo su trafago tropical. Por esa razón bien podrá llamarse la Ciudad Tatuada. Velasco algún momento intentó, llamar así a la novela; pero le dijeron que había demasiadas ciudades tatuadas. El desarrollo de la novela esta surcada por meandros de ficción y realidades; donde la incertidumbre, del “mas luego”, desbroza los caminos de las creaturas que deben obligadamente; por voluntad del narrador, viven al filo de la tragedia. No porque los aceche la muerte, sino porque no saben si son muertos, aunque muchos estén vivos y prestados de la realidad. Al fin y al cabo, todos llevamos un tatuaje en el alma desde que nacemos y lo arrastramos por los circuitos de la vida. Esa es la visión trágica, de esas poéticas, abastecedora de una realidad apolínea y otra dionisíaca.
El conflicto existencial en el universo diseñado por el autor de la novela, se extiende por todas partes; y a todos los involucrados el destino los maneja con discrecionalidad. Los episodios pesquisables que buscan unas misteriosas pinturas, no son sino, subterfugios para tejer urdimbres de seres que requieren explicar su presencia en el otro. Cada uno necesita del decir y el que hacer de los que disputan consigo el espacio, los afectos y desafectos, los placeres y la razón. La literatura es el océano, mas puntual, la palabra, el lenguaje es la esencia de que esta compuesta la arquitectura de la obra. El poema CONFESIONES DEL EBRIO INMORTAL (Pág. 195), consagra esa búsqueda de trascender con el verbo, de saber que se puede describir una emoción y verter un manantial de sentimientos dionisiacos. Es un himno al borracho celebre, de los que la historia no se avergüenza y mas bien los adula porque sin ellos la vida sería demasiado gris. No es apología. Es homenaje a Baudelaire, Poe, Polock, Rimbaud. Larga es la nómina de aquellos que un día pasaron por estos caminos bebiendo con sed inagotable; y en esa fuente perecieron con placer y sin miedo. También, el poema es brindis y una peregrinación a la vereda de la esquina del borracho desconocido, en los tugurios de la ciudad.
Esta dicotomía ontológica de la vida en la obra de arte: apolíneo y dionisíaco; le pertenece a Federico Nietzsche. Decíamos, que las poéticas son destellos luminosos que alumbran, con luces y sombras, los senderos de la realidad y que el creador, las percibe mas y mejor que los demás; claro está, desde su particular perspectiva y visión-. Si aceptamos como valido el influjo poético apolíneo: es decir, la conjugación del orden, la armonía, la sensatez y hasta la racionalidad; sin mermarle un ápice, la paradigmática belleza que el divino Apolo irradia desde el Olimpo; Dioniso, es por otro lado, Dios del vino, del placer, del hedonismo, de la embriaguez; sin quitarle la posibilidad crapulosa que podría llegar a ser. Esto constituye el envés y revés de la misma moneda, fraguada en el mismo metal: la sensibilidad estética. También representa, la incesante lucha entre dos fuerzas que atenazan al ser que busca una existencia de ejercicio pleno de su libertad y confirmación de su propia identidad y pertenencia.
Los engendros nacidos de la ficción y los náufragos de carne y hueso que deambulan en las páginas de la novela, tienen una vida hemiciclo. Por una parte, buscan los caminos para una apolínea existencia: casi racional e intelectual; los placeres, las pasiones, el éxtasis narcótico, la sensualidad hedónica, la embriaguez báquica; plasman la otra parte, a una estirpe de seres tatuados y naufragados, (póngase atención, no es lo mismo que fracasados). Seres atados al cordaje del Montreal, metáfora del viejo barco corroído por los mares y las tempestades oceánicas.
Sueña, marinero, con tu viejo bergantín;
Bebe tus nostalgias en el sordo cafetín…
Llueve sobre el puerto, mientras tanto tu canción;
Llueve lentamente sobre tu desolación…
Anclas que ya nunca, nunca más, han de levar;
Bordas de lanchones sin amarras que soltar;
Triste caravana sin destino ni ilusión,
Como un barco preso en una botella del figón
Así, gemía el tango en la rock ola del Montreal a punto de naufragar, cuando en el fondo de su mecanismo activaba la Ayora: Niebla del Riachuelo. Mientras el tango, trova maldita y nostálgica, alimentaba la sensibilidad, el romanticismo, y despertaba pasiones ocultas; la cerveza y el humo del cigarrillo aguzaba la inteligencia, la imaginación, el talento y otras percepciones estimulantes para diletar; destruyendo y componiendo el mundo; imaginando guerras revolucionarias, tomándose el poder el proletariado; pintando el cuadro inmortal, como lo hacia Humberto Moré; escribiendo la magna obra literaria; y así sucesivamente, cada quién soñando sus futuras realizaciones, perdurables o efímeras transcendencias.
Zacarías Lima, medico de muertos, o mejor medico para los muertos, y sus personajes satélites, todos ellos seres imaginarios; conviven y comparten realidades también imaginarias, en la ciudad de los manglares, con una tribu urbana sedentaria, cuyos miembros, vivían del cultivo del pensamiento y las ideas. Afanosamente, buscaban una explicación a sus existencias, en seductores devaneos filosóficos sartreanos; cuando arreciaban peligrosamente las carroñeras incertidumbres ontológicas, del cogito ergo sum; devorando los cadáveres que dejan el desarrollo de la técnica y la ciencia; dudas y sospechas que toda la escuela filosófica de Frankfurt, más el pensamiento de Derrida, Focoult y demás, no lo han podido explicar a cabalidad; el impacto de estos procesos de la civilización. A esto debemos agregar: el estigma en los individuos que Albert Camus dejo marcado. Todos, o casi todos, por lo menos los que se cuestionan el aquí y ahora de sus vidas; se convirtieron en Él Extranjero, como Meursault. O las nuevas dimensiones que la post modernidad amenazaba: el hipismo, la unidimensionalidad marcuseana del individuo; el conflicto y su secuela de dudas que deja el desarrollo sin freno y el consumismo. La genocida guerra de Vietnam, la revolución Cubana y los movimientos libertarios en el tercer mundo; dejaban ondas huellas en el pensamiento anarquista y veces nihilista, de aquella tribu. Las disquisiciones filosóficas, ideológicas y políticas llevaban la impronta del pensamiento pequeño burgués, aunque algún miembro de aquella tribu sea de origen proleta. Lo que, duda no cabe, es que las generaciones que sintieron el impacto de la crisis existencial; intentaban vanamente, unos, liberarse de la condena perpetua del consumismo y todas las formas de masificación y cosificación de sus vidas, pero luego, caían en el nihilismo dionisíaco; los otros, apolíneos, apostaban por una explicación a su existencia, aunque no lo quisieran, en el marco del establishment. Las manifestaciones estéticas que se debatían y sus vertientes en la expresión artística, jamás llegaron alcanzar transcendencia alguna.
Con crudo realismo el narrador testimonia, en la Página 296 y siguiente, el desconcierto de sus vidas y sus propósitos, en esa tribu urbana sedentaria. “Zacarías Lima siempre quiso ocultar la verdadera historia de Sicoseo. El grupo literario nació a la borda del Montreal una noche de aguaceros violentos con rayos y centellas.
- Mal Augurio- dijo Medardo paz, un comunista ortodoxo que creí en el diablo y leía cartas del Tarot-.
Se habían urdido tantas historias falsas sobre el grupo que ya casi estaba aceptado que se trataba de un movimiento insurgente en la cultura de la ciudad, cuando sólo fuese una liga de pavos y borrachos, por eso nunca salió nada bueno de ahí, de aquellos seres doblegados por el alcohol y la marihuana, que se reunían cada sábado para beber y fumar en un departamento de la calle Imbabura, justo al lado de lo que más tarde fuera el Gran Cacao. Él sabía que casi nunca se leyó trabajo alguno que se acercara al verso o a la fábula, o sea al ritmo y al mito, sólo se escuchaban los largos monólogos del bizco “Vengador” quién había encontrado ocho tontos que lo dejaban hablar cuatro horas seguidas sobre el intelectual orgánico del italiano Antonio Gramsci, tan parecido a Medardo Ángel Silva; la penitencia ideológica- religiosa de Narcisa de Jesús Martillo; la abdicación del “Rey de la Cantera” en el estadio de Barcelona; el triunfo posible, vía inconciencia de clase, del Frente Amplio de Izquierda. Fernando Nieto, el poeta encadenado, nunca leyó nada; el negro “Doble Ene”, por ese tiempo murmurador y mezquino, tampoco, jamás escribió nada, ni el “conde”, que todavía no era “Giorgio Hammer”, sino Jorge Martillo a secas, herido por los clavos y silicios de su tía lejana, la beata embalsamada de la Iglesia de San Alejandro el Grande, el ronco Artieda no soltó ningún rebuzno herido, sino esperó, hasta que “Jota Jota” muriera un día del mes de febrero para ponerlo a batirse a duelo contra Olimpo Cárdenas en un pueblo fantasma. La mayor prueba de la falsía de Sicoseo fue que nunca volvió a parecer otro número de aquella horrible revista impresa en papel Kraft de empaque que tuvo en la portada el fotomontaje de Humberto Moré, un rostro de hombre con cuatro ojos que miraba al lector por todas partes…” En resumen, de esa tribu urbana sedentaria, la pintura tuvo algunos dignos representantes; en la literatura, el único sobreviviente de ese naufragio, es Velasco Mackenzie, que sigue flotando en el salvavidas de la palabra.
Por otro lado, la temporalidad de la novela, se consagra en el auge de la globalización; precisamente cuando el mundo se estaba reduciendo a un pequeño “recinto”. La dinámica de todos los fenómenos sociales, culturales, políticos, económicos se convirtieron en domesticas cotidianidades con un vértigo desquiciante. Ahora mismo, esa espiral vertiginosa, amenaza desquiciar hasta los cimientos de la sociedad, con el crack financiero global.
Mientras Zacarías Lima navega intermitentemente en la ciudad de los manglares, recalando en el puerto del Centenario para abordar el buque Montreal que pronto naufragará; el horizonte acuoso refleja el eco de unas marchas blancas y otras negras, que amenazan con tirar abajo al dictócrata. Este fondo que tiene la novela, muy bien, son los coros y las suplicantes que llenan el escenario del teatro griego, como golpes a la conciencia de la sociedad, en las tragedias inmortales de Sófocles.
Para finalizar, haré un esfuerzo de síntesis crítica. El narrador, monta en la ciudad de los manglares, su ciudad, un escenario para desarrollar una obra de teatro del absurdo. A pesar que la muerte esta presente diariamente en la Fronda, anfiteatro anatómico policial, no es la condición ni leitmotiv de la novela; La Fronda, es un pequeño refugio de seres anónimos, que giran alrededor, no de la muerte, sino de un oficio sobre los muertos. Esta condición de la vida, no atormenta ni promueve sentimientos de ninguna clase; simplemente es la cara oscura de la gran farsa teatral. Tampoco es la esencia de unas vidas taciturnas; aunque al final de la obra, la muerte asoma, como variante temporal, para apuntillar las pesadillas de Zacarías Lima y sus congéneres imaginarios.
Creo, que la deconstrucción de la novela que yo intento, es una aproximación filosófica sobre la vida, la cultura y la sociedad. Como señalé en los prolegómenos, sobre la descripción e interpretación de la realidad en el arte; reitero: para comprender a plenitud una obra literaria, es preciso conocer la realidad, y esta es gran medida una construcción humana.
En plan, menos analítico y más intimista, debo decir: que la novela pudo tatuarse, en menores tiempos y espacios; y el naufragio pudo causar menor número de damnificados. Pero, a Velasco, no le dio la gana. Más bien tuvo ganas infinitas, de nunca terminar de narrar lo que para él, esta realidad se volvió indisoluble en su vida. Esa es la paradoja que lleva tatuada el alma humana. La necesidad de construir un mundo, con su cosmovisión; con lo que se vuelve indispensable en la existencia. Ahora, también debo aclarar, por que testimonio esos trajinares; que si de escribir se trata, y a eso lo invitan; la noche de copas se vuelve interminable.
PRESENTACIÓN DE LA NOVELA TATUAJE DE NAUFRAGOS- Universidad Técnica de Babahoyo Jueves 19 de febrero del 2009
miércoles, 25 de marzo de 2009
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